(Extracto del relato "Cita con una amiga" con imagen de Gabriel Mestre "La Mirada Erotica")

Llegamos a la habitación del hotel, después de una cena entretenida; veo que hay feeling entre los tres y eso me gusta. Me excita saber que mi elección ha sido buena y ver en tu mirada el permiso que me hace falta para dar rienda suelta a nuestra fantasía. Mientras subimos en el ascensor a la habitación, las miradas, los roces y las risas hacen que entremos en calor, preparando los sentidos a lo que va a ocurrir esta misma noche. Abres la puerta mientras nosotras te tocamos el culo entre risas, haciendo que entres con prisa en la habitación. Me miras con deseo furtivo y el bulto que hay entre tus piernas me dice que ya estás excitado. Con un leve empujón te tiro sobre la cama sentándome a horcajadas encima de tu polla que ya lucha por salir del pantalón. Esther, mi amiga, se arrodilla a tu lado y se inclina sobre tu boca ofreciéndote su lengua para que la saborees. Noto como tu polla se mueve presionando la tela hacia arriba y eso me hace moverme con rapidez. Eres nuestro, estás a nuestra disposición para hacer contigo lo que queramos. Esther me mira con cara de perra en celo, dispuesta a todo, a tiempo de ver como empiezo a desabrocharte los pantalones. Tus gemidos se empiezan a oír en la habitación, sabiendo que estás sometido a nuestros deseos y eso se nota en el tamaño descomunal de tu polla y la mancha húmeda que has dejado en los slips azules. Esther te desabrocha la camisa, recorriendo tus pezones con la lengua y yo me lanzo a comerte la boca. Nuestras lenguas juegan entrando y saliendo, buscando morderse, poseerse. Mi mano recorre la tela fina que me separa de tu polla palpitante y húmeda, hasta que se te escapa otro gemido.



— Por favor… Eva— me dices temblando.



Me separo de ti, viendo tu cara de placer y consiento a tu petición porque sabes que me encanta. Levanto a Esther un segundo para regalarle mi boca y saborear la suya, mientras nuestras manos se pierden en tu cuerpo. Las tuyas buscan frenéticas tocar nuestra piel cálida; nosotras, desnudarnos mutuamente delante de ti, dejando que nuestros cuerpos hablen con sus impulsos. Mis pezones ya están duros, con el roce de su lengua, que los recorre con devoción de buena amiga.



— Que puta eres Eva…— murmuras disfrutando de la vista.



Eso sabes que me excita hasta perder el poco decoro que tengo. Mirándote fijamente cojo la cabeza de Esther y la acerco a la mancha húmeda de  tus slips.



— Cómete esa polla…— le ordeno.



Sin moverme, veo como te baja la prenda con suavidad y como con su lengua recorre cada centímetro que aparece.
Me mira sonriendo antes de lamerte los huevos, mientras yo me abro de piernas encima de tu boca para dejar que me comas el coño. Siento tu lengua y tu respiración acelerada en mi clítoris y tus manos aferradas a mis tetas pellizcándome los pezones. Empezamos a jadear los tres. Con mis manos abro mi culo para que tu lengua tenga acceso a todo mi interior, viendo como Esther está lamiéndote la polla y los huevos, haciendo que muevas tus caderas en un intento de follarle la boca como sé que te gusta, pero ella no se deja. Yo sé lo que necesitas y te lo voy a dar mientras pruebas el sabor de otro coño, el de ella. Cambiamos posiciones, ahora veo como tu lengua recorre su fina línea de vello rizado y como tus labios intentan atrapar su clítoris. Su cara de deseo me dice que le está gustando y que se correrá en tu boca; eso me hace enloquecer. Tus manos buscan mi cabeza acercando mi boca a tu polla y de un empujón me la metes haciéndome toser, provocándome una arcada. Por un momento apartas tu boca del coño de Esther y me miras… Tus ojos me dicen que estás rendido a nosotras, que mi boca está hecha para darte placer.



— Dios que puta eres…— gimes haciéndome reír, relamiendo la baba que me has hecho soltar.