(Imagen de Gabriel Mestre)
(Extracto del relato Nuestro primer encuentro)

Salimos del aeropuerto, respirando el aire frío de Vigo. Mi cuerpo se estremece y noto que mis pezones se endurecen por el contraste de temperatura. Tú me miras sonriendo y te muerdes el labio produciendo un gemido. Después de caminar un poco más, llegamos a tu coche, aparcado en una zona alejada.
Mi cuerpo ahora descansa sobre una de las puertas y mis ojos se pierden en los tuyos. Te acercas mirándome la boca, provocando que muerda mis labios y los recorra con mi lengua.

Hemos hablado tantas veces de nuestro primer beso, del sabor de nuestras bocas, que el deseo atroz se respira en el aire que nos envuelve. Acercas tu boca a la mía con miedo de probarla, la alejas y la vuelves a acercar, hasta que nuestras lenguas se rozan produciendo descargas eléctricas por todo el cuerpo. Tus manos cálidas se apoyan en mi cintura y las mías buscan entrar en tu camisa, para poder besar tu cuello.
Tu piel se eriza al contacto de mi boca y gimes cuando mi lengua te recorre por detrás de la oreja. Sigues bajando tus manos, rodeando mis caderas,  hasta que te aferras con fuerza a mi culo, apretándome contra ti. Noto tu polla luchando por salir de tus apretados pantalones y eso me hace gemir. Te quito el cinturón y con rapidez saco esos veinte centímetros que me aclaman, que me desean, con el único anhelo de metérmela entera en la boca, saborearla por primera vez. Me arrodillo en el suelo, entre los coches, sin dejar de mirarte a los ojos, ya sabes lo que voy a hacer.
 
La imagen que me espera es mejor a la de las fotos, que ya me sé de memoria. Tu polla crece majestuosa rozando ya los límites de tu ombligo, dejándome libertad de movimiento con tus huevos, que saco fuera del pantalón. Mi mano se decide a tocarlos; me encanta su tacto suave y como cuelgan de la base de tu polla que palpita con cada una de mis caricias.
(Extracto de relato: Una llamada telefónica)

Hace ya algunos días que nos conocemos y ya son muchas las ganas de vernos en persona y dar rienda suelta a nuestra necesidad. Hoy, no es un buen día en el trabajo, todo está saliendo mal y nuestra última conversación sigue metida en mi cabeza, con retazos calientes que no me dejan pensar. En mi mente se proyectan las imágenes de tu enorme polla en la pantalla del ordenador, tus huevos perfectos y tu mano sacudiéndola. No puedo pensar, ni centrarme, sólo sentir y desear. Son cerca ya, de las doce del medio día, cuando mi móvil me da el respiro que necesito.

— Hola guapísima, ¿Cómo va la mañana?— Tu voz me provoca una sonrisa.
— Buf, con muchísimo trabajo, la verdad. Pero me apetecía oír tu voz.
— ¿Ah si?... ¿Sólo te apetece eso?
— Hummmm… sabes que no. Además hoy no puedo quitarme de la cabeza nuestra sesión del otro día.
— Yo tampoco, fue muy bueno. Tú eres muy buena.
— Gracias… tú tampoco lo haces nada mal. Además, sabes que decir en todo momento. Eso me gusta.
— ¿Dónde estás ahora?
— En el despacho, acompañada de un volumen importante de papeles.
— Hummm… que casualidad. Yo también estoy acompañado de un volumen importante,… pero de carne.

Mi libro de relatos ya está casi a punto...

PRÓLOGO

Mi nombre es Eva, Eva Monfort. Para mi familia, los amigos y los que creen conocerme, soy una mujer de treinta y cuatro años, arquitecta y con cierto éxito profesional. Felizmente casada con un hombre que también cree entenderme. Pero la realidad es que ahora, no me reconozco ni a mí misma.

Todo empezó una noche solitaria, llegando a mi casa después del trabajo y encontrarla vacía... Como cada día, él no había llegado, así que cené sola y guiada por el aburrimiento, decidí entrar en uno de esos chats de los que tanto había oído hablar... Un nombre me llamó la atención... petiko.

Dos horas después, agotadas las risas nerviosas, los piropos y las palabras subidas de tono, aparecen las primeras fotografías, que muestran intimidades, huecos húmedos, pezones duros y una polla que dan ganas de saborear. 

La sensación de puta cibernética, me moja y me excita a la vez que me hace sentir sucia. Mis dedos recorren y penetran por orden de unas letras, que leo con atención en la pantalla del Chat. Al otro lado, una polla agitada a punto de reventar. El calor es sofocante y los espasmos me obligan a doblarme a tiempo de ver chorros de leche que quieren llegar a mí, atravesando la pantalla del ordenador....